Crisis de ansiedad: El caso de Marta

En este artículo te contaré el caso de Marta (con elementos ficcionados) para ilustrarte qué son las crisis de ansiedad, qué síntomas tienen y qué las causa así como qué factores deben tenerse en cuenta para su tratamiento a nivel psicológico.

Marta siempre había sido una persona ansiosa y con tendencia a preocuparse demasiado, en especial por el bienestar de los demás. Hacía 2 años que vivía en Australia. Había conseguido irse a pesar de las alertas y amenazas victimistas -y cariñosamente encubiertas- de otra sufridora nata: su madre. Marta había logrado capear su sentimiento de culpa y apostó fuerte por su sueño de vivir en el otro lado del globo. Después de toda la dedicación que había puesto en sus estudios de doctorado, había tenido la merecida suerte de obtener una plaza como profesora en la universidad de Melbourne.

Visité a Marta por primera vez a través de la pantalla. Me contó que estaba encantada con su trabajo y su vida australiana, pero que el motivo por el que decidió iniciar terapia online es que había tenido un par de crisis de ansiedad en las últimas semanas y estaba preocupada por la idea de volver a tener otra. Me comentó que vivía con su pareja, que le había acompañado hasta allí. Se definía como una persona inquieta y con muchas ganas de exprimir todas y cada una de sus experiencias. Me relató que desde hacía unos meses había empezado a sentirse apagada y lo que más le angustiaba era que ya “no se reconocía”: desde la primera crisis de ansiedad, vivía demasiado condicionada por el miedo a volver a padecerla y se levantaba cada mañana con un escáner corporal activado, atenta a todas y cada una de las señales de su cuerpo. Se pasaba el día en una búsqueda insaciable de evidencias ansiosas.

Realidad interna de las personas que han padecido crisis de ansiedad

Marta me explicó que su primera crisis de ansiedad ocurrió hacía un mes en un restaurante, mientras estaba comiendo animadamente con unos amigos. De repente me empecé a notar presión en el pecho, como si el corazón se me disparara. Fue una sensación muy angustiosa, porque vino de la nada. Empecé a hiperventilar, y noté un hormigueo muy desagradable en las manos. La cabeza me daba vueltas y tuve que salir de golpe de allí, no lo podía soportar. Creí que me estaba muriendo, nunca había experimentado nada igual. Por suerte mi novio llamó enseguida a una ambulancia, que me llevó a urgencias. Pasé mucho miedo. En el hospital me hicieron algunas pruebas y me dijeron para mi sorpresa que había tenido una crisis de ansiedad”.

Tras ese episodio tan desagradable, Marta activó lo que llamamos la hipervigilancia corporal, una sensación de alerta continua sobre todas y cada una de las sensaciones del cuerpo que puedan indicar preludio de crisis. Me relató que luchaba contra los síntomas a diario, en especial cuando no estaba distraída con temas de trabajo y demás. Lo que hizo que se animara a llamarme, tal y como me dijo, fue que hacía dos días que había tenido otro episodio fuerte y que no estaba dispuesta a vivir así. Siempre había sido un “espíritu libre” e intuía que si no buscaba ayuda aquello no iba a mejorar, sino más bien al contrario. 

Comportamientos típicos tras la aparición de crisis de ansiedad

Marta empezaba a entrever las cadenas que la ansiedad estaba empezando a poner en su vida. Notaba que empezaba a vivir condicionada por la ansiedad: comprobaba cada día al salir de casa que las pastillas que le dio el médico de urgencias estuvieran en efecto en su bolso y empezó a tener demasiado controladas las farmacias y las clínicas de la zona. Tenía tentaciones de empezar a evitar situaciones, como ir de nuevo a cualquier restaurante, aunque intuía que ese camino no le llevaría a nada bueno.

Las crisis de ansiedad siempre aparecen como respuesta a muchas dificultades por resolver

Tras analizar en detalle los síntomas de Marta, le pregunté por su vida en Australia. Estaba como me había dicho inicialmente contenta y satisfecha con su trabajo, ya que estaba bien pagada y le encantaba dar clases. Estaba en esta aventura australiana con su novio, con el que llevaba 10 años de relación. A sus 32 años, me confesó que aunque le quería, sentía que su relación de pareja era monótona, hacía mucho tiempo que ya no estaba enamorada de él y no se planteaba dejarlo porque era su punto de apoyo en Australia y ya habían empezado a hablar de que a su vuelta a casa, podrían casarse y empezar una familia. 

Marta se sentía atrapada en esa relación y le ahogaba la idea de tener que vivir “el resto de su vida” con él, puesto que sentía que tenía ganas de conocer a otras personas y experimentar con más relaciones. Le costaba afrontar los conflictos, y le daba pavor decirle lo que realmente sentía por miedo a perder su apoyo. Su novio se había convertido en “su flotador”; Marta estaba metida en una huída hacia delante, pasando pantallas en una relación mantenida a base de autoengaños: necesitaba que la relación funcionara -a pesar de sus sentimientos-. Su inercia hacia “hacer siempre lo correcto”, tampoco ayudaba.

Anticipación ansiosa: factores mantenedores

Una crisis de ansiedad o ataque de pánico es una reacción súbita de miedo en la que siempre coexiste la idea de que algo catastrófico va a ocurrir (“perderé el control”, “me moriré”, haré el ridículo”). Cuando aparecen una o más crisis encadenadas, se desarrolla la agorafobia, en la que la persona que padece las crisis empieza generar anticipación ansiosa, o miedo anticipatorio a que se vuelvan a repetir en un lugar o situación en la que recibir ayuda o huir pueda ser complicado o imposible. A partir de ahí pueden aparecer:

–  Las conductas de seguridad: la situación temida se afronta con incomodidad pero gracias a determinados truquitos: llevar siempre la pastilla encima, ir acompañada de alguien que me de seguridad, no alejarme demasiado de casa, entre muchos más.

– Las conductas de evitación: la situación temida se evita directamente para aniquilar cualquier oportunidad de aparición en escena de los síntomas ansiosos. Por ejemplo evitar hacer cola, evitar conducir por autopistas largas o evitar ir a un restaurante, cine o teatro).

Gestión emocional y crisis de ansiedad

Las crisis de ansiedad nunca vienen porque sí. Aparecen en respuesta a haber ido negligiendo emociones, haberlas metido en la mochila y haber ido acumulando malestar emocional. Nuestro empeño en simular (incluso ante nosotros mismos) que estamos “bien”, promueve que nuestro cuerpo suba el volumen y nos avise mediante una crisis para decirnos que el recipiente está lleno, que debemos hacer algo de una vez y redirigir la situación. Y normalmente funciona, porque las personas que me llegan a terapia lo hacen cuando han agotado sus recursos naturales y se asustan o ya no saben qué hacer.

Tratamiento de las crisis de ansiedad

En el caso de Marta, hicimos hincapié en los siguientes aspectos:

1) Hicimos una radiografía emocional de su funcionamiento para que comprendiera el porqué de su ansiedad (siempre hay una constelación de variables detrás y es crucial entenderlas bien).

2) Empezamos con el abordaje de sus síntomas. Para ello, nos enfocamos en entender exactamente qué era la ansiedad y comprender los engranajes internos de las crisis de ansiedad, y cómo, sin darse cuenta, ella misma promovía su aparición.

3) Desmantelamos de forma progresiva todos los truquillos que tenía en marcha para buenamente (aunque infructuosamente) controlar su ansiedad.

4) Iniciamos un trabajo de sintonización con su GPS emocional: trabajamos en las creencias que fomentaban sus sentimientos de culpa y su necesidad de atender siempre las necesidades de los demás por delante de las suyas. Inevitablemente trabajamos la relación con su madre.

5) Ahondamos en su gestión de los conflictos y en su estilo de la comunicación, para poder darse voz en los momentos en los que necesitase hacerlo, en lugar de tender a complacer siempre a los demás.

6) Incidimos en su necesidad de poner límites para priorizarse a sí misma y ganar autoestima y autoconfianza.

7)  Trabajamos en la toma de decisiones vitales a nivel de pareja.

Con todo ello, Marta aprendió mecanismos concretos para gestionar bien la ansiedad y tomó las riendas de su vida. Se dio cuenta de hasta qué punto estaba ignorando los dictámenes de su GPS emocional, siendo incoherente con sus necesidades. Se dio cuenta de que en realidad la ansiedad fue lo menos complicado de abordar y de que aprendidos los trucos para tenerla a raya, el reto fue aprender a relacionarse con los diferentes aspectos de su vida de manera distinta, porque en eso radica la prevención real y el bienestar emocional del bueno.

Si te has sentido identificado/a, no dudes en contactar con nosotros para que determinemos cómo te puedo ayudar. Está en tus manos liberarte para empezar a VIVIR la vida que quieres.

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